A veces es muy difícil distinguir lo que está pasando, de hecho, comúnmente los términos se confunden y se utilizan indistintamente para para definir los mismos síntomas o sensaciones.
Para funcionar, cuidarnos y prevenir,
necesitamos un determinado nivel de estrés. Un nivel que no es igual para todos
ya que depende del temperamento de cada persona, lo importante es que cuando
estamos en niveles normales, no lo percibimos, sin embargo, cuando supera ese
umbral comenzamos a tener ciertos síntomas o sensaciones como el “nerviosismo”. Entonces decimos “estoy
nervios@ pero no sé por qué” o le atribuimos factores externos causantes de
estos nervios, por ejemplo “los niños se portaron mal”, el jefe vino histérico
y se la agarró conmigo”, “es que he perdido….”, “el coche no me arrancó”…………
Todas estas causas son factores de estrés, entiéndase como estrés el
desgaste o exigencia al cuerpo o mente, superior a lo habitual. Cuando este
estrés se sostiene en el tiempo se dice que sufrimos trastorno de ansiedad y comienzan a aparecer
síntomas que antes no teníamos, como trastornos digestivos, hipertensión,
insomnio, hipercolesterolemia, dificultades en la visión, sonidos sólo
percibidos por nuestro oído (que pueden ser internos o cierta hipervigilancia
de sonidos que se encuentran a nuestro alrededor: el tictac del reloj, ruidos
de coche, conversaciones provenientes del exterior, etc.).
Junto con el estrés sostenido en el tiempo, comienza nuestro cerebro a “independizarse” y nos encontramos pensando la mayor parte del día sobre nuestros problemas o nuestros síntomas y: o nos adelantamos en el tiempo (mañana estaré peor, esto no se me va a pasar nunca,… seguro que….) o regresamos al pasado a revisar resultados de situaciones que ya se resolvieron hace tiempo y pensamos en hipotéticas resoluciones alternativas (y si…?, tendría que haber….quizá si yo…). E imaginamos escenas que aún no sucedieron o que acontecieron hace tiempo.
Ya tenemos listo el escenario para un
posible ataque de pánico: la
ansiedad en su máximo potencial. Los síntomas (temblor, sensación de falta de
aire, mareos, taquicardia, etc.) se apoderan de nosotros y son mantenidos por
el miedo (a un ataque del corazón, a desvanecerse, a salir a la calle, quedarse
adentro, a desmayarse, a despersonalizarse) y una imperiosa necesidad de huir
se apodera de nuestra mente y nos lleva a la desesperación ante una vívida
sensación de muerte inminente .
En los días que estamos viviendo, gracias al ajetreo de las ciudades, es muy
difícil escapar al estrés. Alistar los
niños, que desayunen, prepararles la merienda, llevarlos al cole, correr al
trabajo, salir a almorzar apurados, algo rápido generalmente, alistarnos para
buscar los niños al cole y llevarlos a sus actividades extraescolares, preparar
la cena mientras hacemos la colada, bañarlos, ayudarlos con sus tareas,
bañarnos y acostarnos rápido para comenzar con esta rutina nuevamente mañana.
En el camino van quedando esos 5
minutos que nos debíamos tomar pero que no encontramos el momento, las charlas
con nuestras parejas o hijos, las sobremesas que nos ayudaban a conectar entre
nosotros, conocer y compartir nuestros problemas, disfrutar de la felicidad
que, a pesar de todo, tenemos.
Son pocas las personas que saben darse su tiempo, que respetan su cuerpo
y sus necesidades, que se priorizan frente a demandas laborales o de agenda.
Estamos acostumbrándonos a llenar todos los huecos libres, si nos sobran unos
minutos acudimos a ver novedades en redes sociales, o consultamos nuestro
correo, o llamamos amigos. No sabemos estar sin hacer nada, sin darnos cuenta
que, quizá, el hacer nada es lo que nuestro cuerpo o mente necesita para
recuperarse del estrés del día, recobrar fuerzas o simplemente, relajarse o
disfrutar.
Hace muchos años había una publicidad
que decía “Me tomo 5 minutos y me tomo un té …XX”. Hemos perdido la capacidad de tomarnos esos
cinco minutos, quizá vendría bien recordarlo unas dos veces al día como una
manera de luchar contra el estrés que nos lleva a “hacer cosas” todas las horas
del día en las que no estamos durmiendo.
Algunos tips:
- Encuentre tiempo para tomarse 5
minutos para usted, disfrutar del día, del sol o saborear un buen café o té.
- Dos veces por semana tome clases de
yoga, baile, zumba, o alguna actividad que le resulte divertida.
- Cuando tenga una preocupación,
resuélvala, no la lleve de paseo con usted a todos lados.
- Permanezca en el aquí y ahora, no
vaya al futuro a preocuparse por
situaciones que aún no ocurrieron y quizá nunca lo hagan. Ni al pasado a
revisar cuentas o facturas: ya están resueltas, quizá no como usted quisiera
que se hubieran resuelto, pero no hay posibilidad de reescribir el pasado.
Si con estos tips, no consigue bajar el nivel de estrés, es
probable que sea necesario consultar a un psicólogo para que nos ayude a encontrar
el norte perdido.