- No ceda a sus deseos. La característica más marcada de las personas que tienen depresión es desear estar solas. Oblíguese a salir o a desarrollar una actividad que le guste.
- Evite pensar. Las personas depresivas suelen estar la mayor parte del tiempo pensando en lo que les sucede y pensar aumente la tristeza. Esfuércese por cantar, busque canciones alegres y tararéelas si no conoce la letra, al poco rato notará la diferencia en su estado de ánimo.
- Sea protagonista de su vida. No se lamente por lo que le sucede, actúe como si se sintiera bien y busque lo que quiere en su vida.
- No baje la cabeza. Siempre mantenga la mirada al frente, de esta manera evitará encerrarse en sus sentimientos.
- Realice una actividad física, puede ser gimnasia, aprender a bailar o un deporte. El movimiento ayuda a eliminar el estés que la depresión le crea a la vez que genera hormonas de bienestar. Supere la negación del primer momento y verá como podrá disfrutar del momento.
- Y si todo esto no ayuda, busque un profesional que lo guíe. Estar triste o angustiado no es el estado normal del ser humano, si no puede salir por sí mismo, busque un psicólogo que le ayuda a superar este estado.
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Somos seres duales
Aunque no es de general conocimiento, conviven dos personas en nosotros. La primera y visible, la social, la que podemos mostrar a los demás y a nosotros mismos; la segunda invisible, difícil de ver si no sabemos cómo y la que Jung llamó «sombra», la que nos acompaña siempre, que permanece en segundo lugar y que sólo se evidencia a través de nuestras conductas y pensamientos o juicios. Un ejemplo de esta dualidad, es aquella persona que ante los demás se muestra sumamente cordial y amistosa, a todos cae bien, sin embargo en casa es malhumorado con su familia, explota con facilidad y protesta o grita por nimiedades. En nuestra dualidad, la «primera persona» corresponde a la imagen social que necesitamos brindar para sentir el aprecio o valoración de los demás. En estas conductas sociales, no mostramos nuestros juicios íntimos ni los verdaderos sentimientos, cosa que si hacemos donde nos sentimos seguros, donde no tenemos que mostrar una careta para ser apreciado, donde podemos mostrar nuestra sombra confiando en que seremos aceptados tal cual somos (al menos por el momento).
Del tamaño de nuestra sombra habla nuestra seguridad en nosotros mismos, nuestra estima. Mientras menos de ella podamos mostrar al mundo, más pequeña será nuestra auto valoración. En tanto más nos conozcamos, mientras más integrada tengamos nuestra sombra a nuestra personalidad, más alta nuestra estima hacia nosotros mismos.
Para lograr esto último, debemos en primer lugar, aprender a escuchar a los demás. Ante alguien que nos dice «tú siempre llegando tarde», responderemos de acuerdo al nivel de nuestra auto estima, si es baja, comenzaremos buscando excusas para justificar nuestras constantes llegadas tardes o nos disgustaremos o quedaremos dolidos o resentidos con la otra persona (no sólo con su opinión). Si nuestro nivel de autoestima nos lo permite, podremos ver en las palabras del otro nuestro espejo, podremos preguntarnos, sin justificar, lo que nos pasa con esa persona o situación, por qué tenemos ese habito y al obtener la respuesta estaremos haciendo consciente una parte de nuestra «sombra» lo que nos dará la posibilidad de modificar nuestras conductas integrándola a nuestra parte visible, social. En este caso, no valoramos la palabra o acción de la otra persona, sino la nuestra. Es en este segundo aspecto donde estamos integrando aspectos nuestros antes desconocidos.
Este nuevo conocimiento producirá como efecto la modificación de nuestras conductas en lo sucesivo, empequeñecerá nuestra sombra al hacer consciente este aspecto de nuestra personalidad oculto hasta ahora a nuestro conocimiento.
Aquello que no se hace consciente, es observable en nuestra vida a través de lo que llamamos «destino».
YO SOY ASI
Es común escuchar esta frase en el consultorio, aunque también la escuchamos de amigos, conocidos y familiares (a veces con el agregado “si lo quieres lo tomas y si no, lo dejas).
JOE DISPENZA en su libro «DEJA DE SER TU» lo explica con mucha claridad y dice: «El cuerpo esta tan acostumbrado a memorizar los registros químicos de las experiencias pasadas que se acaba apegando a esas emociones”.
El ser humano recibe y trasmite información a través de los sentidos. La información recibida es traducida en el cerebro, el que analiza los estímulos recibidos en base a experiencias pasadas o recuerdos y decide que hay que hacer de acuerdo a lo que ya hizo. Trasmite esta información al cuerpo y este actúa, generando de esta manera un camino neuronal que con repetidas acciones se automatiza. De esta manera se constituye “una forma de ser”.
Pongo un ejemplo práctico para mayor comprensión. Si a un niño desde pequeño se lo regaña a gritos, de grande seguramente será un adulto que enfrentará las situaciones de controversia también a los gritos. Sus primeras experiencias trazaron un camino neurológico en su mente, aprendió a resolver sus discusiones a gritos y así lo hará, primero con sus hermanos, luego con sus amigos, padres, compañeros de trabajo, esposa, etc. Yo suelo decir que en la mente se creo un camino como el que en el campo lleva a las vacas al rió para saciar su sed, de tanto transitarlo allí no crece el pasto. Ellas automáticamente lo seguirán transitarlo de por vida. Así actuara este niño primero, hombre después. No habrá nuevas conductas mientras siga habiendo “agua” en el río.
Desde la Neurociencia se explica así: existe un principio llamado Ley de Hebb que sostiene que las células nerviosas que se activan juntas se conectan juntas. Si se activan reiteradamente un mismo grupo de células nerviosas, cada vez que se activen resultará más fácil que lo hagan al unísono hasta acabar desarrollando una relación duradera, que con el paso del tiempo el sentimiento o pensamiento que las active las transformara en un “habito o rasgo” de conducta.
El cuerpo hizo un registro químico de cómo actuar ante estas situaciones (o parecidas) y dispara automáticamente estos químicos ante iguales o similares sensaciones o emociones en cada ocasión. Y ya está constituida una “forma de ser ante las discusiones”. Podrán decirle sus amigos o hermanos o pareja “no tienes que gritar” y la respuesta será también siempre la misma: “yo soy así”. De esta manera, al decir de Dispenza, sigue creando más pasado porque su cuerpo creó una adicción a los químicos que sostienen dicha conducta desde su más tierna historia.
¿SERÁ ESTA UNA VERDAD ESCRITA A FUEGO??????? Lea mi opinión en el siguiente artículo.